Miguel Hernandez Poeta en Guerra

Poesía social y de guerra: Viento del pueblo, El Hombre Acecha, Cancioncero y Romancero de Ausencias.

La poesía […] en la guerra, la esgrimo como un arma, y en la paz será un arma también aunque reposada”1

He aquí el punto de partida del compromiso social y bélico que caracterizó a Miguel Hernández a lo largo de la Guerra Civil, pues, a pesar de que el poeta no llegó jamás a empuñar un fusil, a través de su literatura contribuyó activamente a la lucha militar republicana, manifestando, con todo aquello que salía de su pluma, su compromiso con la causa del pueblo, a favor de su defensa y su libertad. De este modo, encontramos una concepción de poesía muy distinta a la de El rayo que no cesa por ejemplo, ya que en estos momentos sus poemas comienzan a tener connotaciones sociales y políticas, encaminadas a exaltar la misión del soldado, animar a la lucha, fomentar el odio contra el avance del fascismo en España... Nacía así una poesía activa y vibrante que acabará convirtiéndose en paradigma de la labor poética de Miguel Hernández hasta el final de sus días.

Sentado sobre los muertos o Vientos del pueblo me llevan, ambos publicados en la revista El Mono Azul, son algunos de estos primeros versos de guerra

Sin embargo, los versos más comprometidos llegaron poco después, acompañados de una novedad técnica, pues Miguel Hernández consideró que para motivar al soldado debía implicarle más en sus poemas, comenzando a usar un tono más épico para poderlos recitar por megafonía, o a través de otros medios de difusión como la radio, siendo el objetivo fundamental, como venimos manteniendo, la propaganda en las trincheras. Al mismo tiempo que se levantaba la moral republicana se induciría al enemigo a la evasión. El éxito de estos poemas venía dado por la simbiosis entre el poeta, su ideología, el paisaje y el lenguaje, por tanto se muestran mensajes más claros y rotundos, que llegan fácilmente al receptor.

Los veinticinco poemas, que fueron viendo la luz en diferentes periódicos republicanos entre los años 36 y 37, acabaron recogidos en el poemario Viento del pueblo, publicado por Socorro Rojo en Valencia en 1937, y en él se recoge la primera parte de la poesía de urgencia escrita durante el conflicto. Se trata de un conjunto poético donde Hernández presenta un gran optimismo, sin embargo, desde el inicio de su poesía bélica observamos una lucha interna entre el rechazo general a la guerra y la necesitad de luchar en ella para lograr la victoria republicana.

El Hombre Acecha supone la obra recopilatoria de aquellos poemas que Miguel Hernández escribió entre 1937 y 1939 y algunos autores incluso la consideran la segunda parte de Viento del pueblo. Dedicada en su prólogo a Pablo Neruda5 y compuesta por 19 poesías, esta obra presenta un cierto desánimo respecto a la poesía de Viento del pueblo, pues aunque siguen siendo versos propagandísticos, la prolongación de la guerra hace que se entrevea un Miguel Hernández con muestras de fatiga, soledad y abatimiento que parece más bien centrarse en las desgracias de la guerra; “Hoy el amor es muerte y el hombre acecha al hombre”


Los años de abundancia, la saciedad, la hartura,
eran sólo de aquellos que se llamaban amos.
Para que venga el pan justo a la dentadura
del hambre de los pobres aquí estoy, aquí estamos.
Nosotros no podemos ser ellos, los de enfrente,
los que entienden la vida por un botín sangriento:
como los tiburones, voracidad y diente,
panteras deseosas de un mundo siempre hambriento.


Este segundo poemario bélico estaba pendiente de su encuadernación en febrero de 1939, pero con el fin de la guerra y la victoria nacional fue incautado y destruidos los 50.000 ejemplares que iban a publicarse en la primera edición. Afortunadamente, dos copias lograron sobrevivir, gracias a lo que el libro pudo ser editado finalmente en 1981.

El culmen de esta tipología poética llegó con Cancioncero y romancero de ausencias, libro póstumo que fue cobrando vida durante la ruta carcelaria que hubo de recorrer Miguel Hernández tras la derrota republicana y de la que posteriormente hablaremos (Torrijos, Conde de Toreno, Palencia, Ocaña y Alicante). El punto de partida fue la prematura muerte de su hijo Manuel Ramón, con solo diez meses, el 19 de octubre de 1938 y este es uno de los temas principales, junto con la ausencia de su esposa, el nacimiento de su segundo hijo o la derrota de la guerra. No es de extrañar pues, que en estos poemas encontremos una presencia intensiva de esperanzas rotas por parte del autor, que cobra mayor protagonismo personal respecto a los trabajos anteriores. De este modo, los 110 poemas del “cancioncero” presentan una continua referencia a la vida, al amor y a la muerte y muestra la relación con el pueblo ya experimentada tanto en Viento del pueblo como en El hombre acecha, pues refleja los sentimientos de todos aquellos que, con la victoria nacional, también habían perdido sus esperanzas.

Ropas con su olor, En la cuna del hambre Tristes guerras
paños con su aroma. Mi niño estaba. Si no es amor la empresa.
Se alejó en su cuerpo, Con sangre de cebolla Tristes, tristes.
me dejó en sus ropas. Se amamantaba.
Lecho sin calor, Pero tu sangre, Tristes armas
sábana de sombra. Escarchaba de azúcar sino son las palabras
Se ausentó en su cuerpo Cebolla y hambre Tristes, tristes.
Se quedó en sus ropas

El cuadernillo que contenía estos versos fue dado por el propio Hernández a su esposa Josefina Manresa para que esta lo custodiara en los días posteriores al 17 de septiembre de 1939, cuando el poeta fue puesto en libertad para ser apresado nuevamente poco después.






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